martes, 22 de febrero de 2011

El catecismo de Mafalda- Por Pilar Rahola

Formó parte de nuestra educación sentimental. Respiraba nuestra misma perplejidad, formulaba las mismas inquietas preguntas, alentaba utopías parejas y, en su paisaje cotidiano, las mismas Susanitas y Manolos pintaban las emociones y los días. Mafalda fue la sutil compañía, la conciencia cercana, y todo lo que representó sigue con nosotros para siempre. De hecho, transgeneracional como todo grande, Quino ha conseguido que Mafalda sea amiga de nuestros hijos, hermana mayor de los Guilles que se pasean por los rincones de nuestra felicidad. El título, pues, de este artículo, es lo que parece, un sentido y agradecido homenaje. Sensible, comprometida y, a pesar de todo, deliciosamente niña, Mafalda siempre será de una sola pieza.

¿Son de una sola pieza los Mafaldos que pululan por las esquinas del pensamiento, por los despachos de algunas cancillerías, por las cátedras impolutas de múltiples universidades, por las calles de la pancarta y el grito? Toda esa progresía, heredera de las utopías de izquierdas que intentaron cambiar el mundo, ¿mantiene intactos los criterios morales que las movilizaron? Y más aún, ¿mantiene el compromiso con la libertad? Las banderas que blanden son las de siempre, la propia de la libertad, la solidaridad, la justicia social, la lucha contra la marginación, y así hasta completar la lista del catecismo del buen pastor de izquierdas. Poco o nada tengo que decir contra esas banderas que, sin paliativos, son las mías. Pero mucho hay que decir sobre algunos de los que se han apropiado de ellas, y, desde la atalaya de su soberbia ideológica, nos castigan con su verbo airado. Ya hablé, en otra ocasión, de los D Elía y Bonafini, eficaces lacayos del pensamiento reaccionario de izquierdas. Pero más allá de los peones que se mueven por el tablero, con más ruido que inteligencia, existe una sólida corriente de izquierdas que, a pesar del efectismo de su retórica, está traicionando seriamente la ley de leyes, la Carta de Derechos Humanos. No es nueva esa traición, y ahí están las víctimas de las dictaduras de izquierdas clamando su lugar en el sol del recuerdo, sospechosas por el hecho de haber muerto bajo balas amigas, esos bellos dictadores que leían a Lenin y mataban como Goebbels. Y que algunos aún cabalgan, cual patéticos jinetes con zapatillas, por las islas de nuestras revoluciones adolescentes.

Hoy, como ayer, existen víctimas que no conmueven, dictaduras que no movilizan, terrorismos que no indignan, esclavitudes que no arañan las paredes de la conciencia, y todo ello pasa mientras tomamos las calles para gritar contra la injusticia. Diversas son las traiciones morales que la izquierda está perpetrando, en nombre de los mismos principios que dice defender. Con un añadido fundamental: más allá de los gobiernos que cada cual elige, los ciudadanos otorgan un plus de prestigio a los intelectuales y a los movimientos de izquierdas, hasta el punto de que un pensador de derechas sólo puede equivocarse una vez, antes de hundirse. La izquierda puede perpetrar una vida de errores, y mantiene intacto el prestigio. ¿Sirve el ejemplo de Saramago? Defendió a Stalin como libertador, estuvo a favor del Muro de Berlín, considera a Chávez y a Castro como referentes legítimos e, incluso, entró en las listas del PC portugués, el más jurásico de los partidos comunistas del mundo, si obviamos la excepción de Corea del Norte, que detenta el honor de ser el mayor dinosaurio. Sin embargo, Saramago vocifera contra los yankees, clama contra la maldad judía, disculpa al terrorismo islamista, repite los tópicos sudados de la corrección política, y las universidades del mundo babean de complacencia, lo elevan a los altares y lo consideran un ejemplo de intelectual comprometido. ¡Qué importa que haya defendido a alguno de los asesinos más importantes de la historia reciente! ¡Qué importa la quiebra moral que ello significa! Cumple felizmente con el primer mandamiento del catecismo progresista, y eso lo convierte en ícono de la izquierda reaccionaria: "Odiarás a USA sobre todas las cosas, y a Israel como si fuera lo mismo". Si tuviera que definir este progresismo de doble moral, lo haría usando su propio concepto de solidaridad: un concepto bizco, que llora por un ojo a las víctimas que le gustan, y por el otro disculpa a los asesinos que no le disgustan. Por supuesto, estoy a favor del pensamiento crítico con el accionar norteamericano, y practico esa convicción tanto respecto de su política en la región como en el caso de Irak. Pero el pensamiento crítico es un compromiso integral, que no permite extrañas ambigüedades. El problema de los Mafaldos no es contra quién luchan, sino contra quién no luchan ni levantan banderas. Subidos al orgasmo permanente de la caza al yankee malvado y al perverso israelí, se les escapan vivos todos los dictadores del planeta. Es decir, les preocupan más los errores de los demócratas que las locuras de los tiranos.

Hablé de traición moral. Permítanme. Traición a las mujeres que viven bajo las tiranías islámicas, sin ningún derecho, abandonadas a su suerte, culpables de no ser esclavizadas por alguna democracia occidental. Su dolor no preocupa a ningún vocero de la izquierda auténtica. No está en el catecismo del buen progre luchar por las víctimas del islam. Traición a la libertad, minimizado el terrorismo nihilista, perdonados los suicidas "jihadistas", reconvertidos en milicianos los fanáticos enloquecidos que matan a decenas de personas en los autobuses de Jerusalén o en los mercados de Bagdad. ¿Se han fijado que si matan americanos o judíos, son resistentes, pero si matan españoles o ingleses, son terroristas? Los mismos. Su mismo totalitarismo nihilista. La misma financiación. La misma tecnología vía satélite, conectada a la Edad Media. Pero distinto rasero. Traición a la tolerancia, con ese coqueteo desacomplejado con el nuevo antisemitismo que corroe al mundo. Traición a la inteligencia, convertida la ideología en una religión, y las ideas en dogmas de fe. Y, finalmente, traición a la solidaridad, cuya bandera manchan de tanto usarla como munición demagógica.

El mundo, sin duda, no vive un tiempo de luz. Pero la izquierda tendrá que preguntarse qué culpa tiene en esa oscuridad. Tanto por las palabras que dice como por los silencios que otorga. ¿No será que los Mafaldos han traicionado a Mafalda?

La autora es periodista y filóloga.-

martes, 9 de noviembre de 2010

Un cuento

Buscando entre papeles y agendas viejas me sumerjo en miles de recuerdos, personajes que vuelven a mi memoria al leer sus nombres. Pero hay un número que llama mi atención de manera particular. Es un número telefónico sin referencias, está solo, como desnudo pero a la vez subrayado…como si alguna vez hubiese sido muy importante.

Trato de recordar a quien pertenece, pero es imposible, ni recuerdo el día en que lo escribí. Tener esa obsesión por querer recordar, siempre me ha traído dolores de cabeza. Paso horas buscando objetos perdidos, rastreando el lugar por donde los vi por última vez, como si fuera un detective. Pienso una y mil veces y trato de hacerme la imagen en mi cabeza del objeto entre mis manos.

Ser periodista, es un poco el sentido de mi vida. Preguntar porqué antes de decir mamá…
Pasan los días y trato de volver a la rutina, a la realidad del trabajo que inexorablemente se relaciona la con la vida de un país conflictivo y absurdo que no encuentra salida para ningún lado. Es desalentador pensar que las cosas van a ser siempre igual, que a pesar que uno de esfuerce en mejorar, hay situaciones que no van a cambiar. Pero sigo adelante.

Una tarde de domingo, esas tardes donde uno busca el sentido de su existencia en distintas actividades frívolas pero que sabe muy en el fondo que no era eso lo que quería, busqué mi viejo anotador y pensé varios minutos en llamar por teléfono.
No a cualquier número, sino a ése. Quién sería? Sería un amigo, un contacto laboral, un político? Estará vivo o se habrá mudado?
En definitiva, a quién estaba buscando? sino tenía un solo dato. Si bien he llamado mucha gente sin conocerla, siempre algún dato tenía. Esta vez no.

Junté coraje y marqué lentamente como si el teléfono fuera a romperse. Llamó una vez, dos, tres y cuando estaba por cortar, una voz lejana y ronca me dijo: “No soy yo a quien estás buscando”.

miércoles, 28 de julio de 2010

Símbolo

En un país donde sobran problemas y falta sensatez, donde abunda la corrupción, la delincuencia, la inoperancia. Donde trabajar y vivir honradamente es muy complicado. Donde el hambre y el desamparo es moneda corriente. Donde todo es cartón pintado y el Bicentenario sea sólo la excusa para tener un fin de semana largo, ha ocurrido algo.

Leyendo un diario me encuentro con la siguiente crónica:

" En el mausoleo en donde descansan los restos de Manuel Belgrano, en el centro del atrio de la Iglesia de Santo Domingo, la llama votiva (que se mantenía encendida en su honor y recuerdo) fue apagada. "Le cortaron a Belgrano el gas en el año del Bicentenario", declaró con enojo a el fray José María Cabrera, mientras señalaba al símbolo apagado, ubicado en el templo de la avenida que lleva el nombre del creador de la bandera, casi en la esquina de la calle Defensa.

El sacerdote contó que todo comenzó con el robo del medidor instalado en el exterior del edificio histórico y que él, ante la proximidad de los festejos por el cumpleaños de la Patria, llamó a Metrogas: "Vinieron, pusieron el medidor y el 25 de mayo la llama estuvo encendida. Pero a los cuatro días, regresaron, y se lo volvieron a llevar porque dijeron que la instalación no figuraba en sus registros. Y si no hay medidor, no hay llama".

Después de leer la nota, sentí que queria compartir este sentimiento. Lo triste es que ésta noticia no me sorprende, pocas noticias me sorprenden últimamente. Lo que si sé, es que la llama es el símbolo de una sociedad donde sus valores se están extinguiendo. Y quizás un día nos encontremos con la llama apagada y ya sea demasiado tarde.

jueves, 29 de abril de 2010

Palabras de otros

Leyendo los comentarios de los lectores de La Nación, encontré una perlita. Muchas gracias Casincasin, estés donde estés...


Como leí que Bonafini iba a dar otra clase de servilismo contra la libertad de expresión resolví darme una vuelta por Plaza de Mayo; camino despacio bajo el sol intenso. El panorama dice de un país. Suciedad, la carpa de los veteranos de Malvinas que no combatieron, un tipo me hace preguntas, es mayor y lleva bermudas, groserías escritas en un portón, una mujer de ojos tristes alimenta una criatura en la puerta del Banco Nación, algunos políticos caminan presurosos a cuidar su quintita, bandadas de palomas, banderas en pedazos y un perro, el que vive allí, mezcla de dogo con quién sabe, especializado en cazar esas palomas mientras turistas y caminantes les sacan fotos. Por todas partes las rejas de los policías encargados de parapetar a los salvadores del pueblo en cada período del curioso amor popular expresado en insultos y empujones. Un hombre descalzo mea contra un árbol (Mactas). Y me fuí, creo que con diez años mas; como decía Guiraldes, me fuí como quien se desangra.

miércoles, 7 de abril de 2010

Carta de un maestro rural a un ministro de Educación

Soy un docente rural, que trabaja en una escuela rancho -escuela de madera y chapas de cartón- en la provincia de Misiones, cerquita de la frontera con Brasil. ‘Educación para las Primaveras’ el nombre de mi escuela -escuela rural, escuela de frontera- en la que día a día desafiamos al destino buscando aprender y enseñar, como hacen otros tantos en los rincones más remotos de la Patria… Hasta allí todos los días se acercan -enfrentando el frío, el calor,la lluvia…- casi 60 niños de entre 5 y 13 años de edad, desde pre-escolar hasta 6to. Grado, en busca de un plato de comida, pero también en busca de un futuro…Para atenderlos, soy el único docente a cargo, por lo que resulta muy difícil poder llevar adelante un trabajo personalizado, de sujeto a sujeto, como el proceso de enseñanza – aprendizaje requiere… más aún, teniendo en cuenta la falta de libros y de material didáctico de todo tipo, elementos que, como era de prever, una escuela como esta no posee… pero que está en pie… digna, no por obra del Ministerio de Educación del que usted está a cargo, sino por el trabajo de la comunidad, de los padres que la levantaron a pulmón, con esfuerzo, clavo a clavo…

Con un ingreso por debajo de la línea de pobreza.

Pero, aquí estamos… diciendo presente día a día… vestidos con un delantal blanco -el único, digno en sus zurcidas-, armados de cuadernos y de tizas… y caricias, buscando llevar un poco de esperanza, de palabras simples -que muestran cosas nuevas, que enseñan sencillamente- para que puedan ser aprendidas y aprehendidas.Sí, aquí estamos diciendo presente para garantizar esa renombrada ‘igualdad de oportunidades’ frente a niños que, en muchos casos, recién conocen el idioma y la bandera cuando ingresan en la escuela, haciendo justicia al alfabetizar…

Sí, aquí estamos guiados por la vocación, por el deseo de entregar hasta la propia vida para terminar con tantas injusticias… llevando adelante una labor que es ampliamente gratificante, que nos llena de alegría cada vez que vemos la sonrisa de un niño o estrechados la mano terrosa -de campesino- de uno de sus padres… vocación que en modo alguno puede sustituir el papel inamovible del Estado: Garantizar la educación pública a todos los habitantes de nuestro país, con edificios escolares en buenas condiciones edilicias y sanitarias, con becas a los estudiantes y con sueldos docentes que permitan -como mínimo- la mantención de una familia.

Ya sé, se me dirá que estoy haciendo campaña, buscando descalificar estas palabras con tan toscos argumentos… lejos de eso, sólo intento cantar las cuarenta para que la gente de la gran ciudad conozca la realidad que se vive en el país del interior, con muchas escuelas y docentes en iguales o peores condiciones que las que me toca vivir…

Y para afirmar estas palabras -cosas de llorar estas que digo- pongo por testigo de todo a la escuela donde trabajo: ESCUELA 373 El Soberbio – Dto. Guaraní, Misiones.

En fin, Sr. Ministro, si quiere conocer realidades… aquí lo esperamos.

Maestro Rural
Martín Cornell
DNI: 28.641.979

lunes, 1 de marzo de 2010

Tan cerca y tan lejos

A continuación transcribo una mínima parte del discurso de asunción del Presidente del Uruguay ¨Pepe" Mujica. Es simple, claro, sin estridencias ni golpes de efecto.

"Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque.
Queremos una vida política orientada a la concertación y a la suma, porque de verdad queremos transformar la realidad.
De verdad queremos terminar con la indigencia
De verdad queremos que la gente tenga trabajo.
De verdad queremos seguridad para la vida cotidiana.
De verdad queremos salud y previsión social bien humanas.

Nada de esto se consigue a los gritos. Basta mirar a los países que están adelante en estas materias y se verá que la mayor parte de ellos tienen una vida política serena.
Con poca épica, pocos héroes y pocos villanos.
Más bien, tienen políticos que son honrados artesanos de la construcción.
Nosotros queremos transformaciones y avances de verdad.
Queremos cambios de esos, que se tocan con la mano, que no sólo afectan las estadísticas sino la vida real de la gente.

Para lograrlo estamos convencidos de que se necesita una civilizada convivencia política
Y no vamos a ahorrar ningún esfuerzo para lograrla."


La simpleza de la humildad y el sentido común. Nada más ni nada menos.

sábado, 6 de febrero de 2010

Volver de las vacaciones y no morir en el intento

Especialistas aseguran que cada vez hay más casos de personas que vuelven de su período de descanso con una severa crisis de nervios, irritabilidad y ansiedad. El solo pensar en volver al ruedo los afecta físicamente y los angustia. Hay una pérdida de interés, alteraciones en el apetito, falta de concentración y de libido.

El final de las vacaciones va a compañado de un sentimiento de añoranza por los lindos momentos vividos. Quizás se extraña el mar, las sierras, el estar en familia, el poder dormir hasta tarde y sin preocupaciones, la vida al aires libre...en síntesis todo lo que se vive cuando uno está de descanso y puede disfrutar.

Además existen otras causas, entre ellas, que nuestra realidad laboral no nos satisfaga, no sólo económicamente sino emocionalmente y que nos cueste revertir esa situación que estamos atravesando. Cuando uno está feliz con su trabajo, creo que volver a la rutina es más fácil.

Para evitar esta situación armé una pequeña lista de actividades que podemos llevar a cabo para sentirnos mejor:

  • Tomarse las cosas con calma, no querer retomar toda la actividad al mismo tiempo.
  • Buscar nuevos proyectos, plantearse nuevos retos que sirvan de estímulo.
  • Encontrar tiempo para rodearse de los afectos, reunirse con amigos.
  • Si existe la posibilidad económica, escaparse algún fin de semana.
  • Cuidar las horas de descanso y realizar alguna actividad física que nos relaje y nos gratifique.
La idea es poder prolongar un poco las vacaciones y que el encuentro con la realidad sea un poquito más agradable.